En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara.
Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a Santa Juana de Arco. Santa que a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de la religión. Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia.
Producto de la envidia fue condenada a morir quemada en la hoguera. 23 años después de su muerte el Papa Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales declararon que la sentencia de Juana fue una injusticia. El rey de Francia la declaró inocente y el Papa Benedicto XV la proclamó Santa.
La liturgia del día medita los textos: 1Pe 2,2-5.9-12; Sal 99; y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, según San Marcos capítulo 10, del verso 46 al 52.
En el que se presenta a un hombre necesitado de Luz y de Esperanza, que ni siquiera tiene nombre, ya que se le denomina como Hijo de Timeo (Bartimeo).
El texto tampoco especifica si había nacido ciego o si alguna enfermedad lo había privado de ese sentido tan fundamental, porque para el hagiógrafo esos detalles no son tan importantes.
Y lo que, si quiere destacar, aunque sea alegóricamente, son algunas actitudes significativos para acrecentar la Fe, la primera es el entusiasmo del ciego por la Presencia de JESÚS, manifestada por la forma en que este lo llama, si bien es cierto que el título Hijo de David, significaba poder de dominio y repetición del esquema monárquico que naturalmente no deseaba JESÚS, ya que era mal visto por los romanos, quienes sofocaban cualquier intento de rebelión que pudiera presentarse. Pero seguramente era la única referencia que tenía el ciego de JESÚS, y por eso quiere llamar Su atención, dando a entender que tiene una confianza absoluta de que Él podía liberarlo de la limitación en la que se encontraba.
La segunda actitud es el vencimiento de los miedos, con lo cual JESÚS ratifica su deseo de terminar con todo aquello que signifique exclusión o marginación, ya que el miedo paraliza, limita, destruye, perturba, no deja avanzar, y se convierte en el mayor obstáculo a la hora de querer tomar una decisión que hace que las personas vivan en un mundo de miseria sin posibilidad de ver lo alternativo, lo diferente, lo novedoso que puede experimentarse al tomar una decisión.
La tercera actitud es la Respuesta de DIOS que siempre está dispuesto para todos, pero fundamentalmente para quienes acuden a Él con la confianza de que atenderá sus solicitudes. Y es que JESÚS desde la experiencia del Amor instaura una nueva praxis en la historia, lo que genera empatía en sus interlocutores.
Por eso es que cuando el ciego recobra la vista sigue a JESÚS porque quien se siente amado, perdonado incluido, abrazado, reconocido, solo tiene gestos de gratitud para aquel que le ha devuelto a la vida, para con quien le ha dado la posibilidad de volver a ser incluido en la sociedad.
Al confrontarnos con el texto, vemos que el relato del ciego de Jericó es una “biografía espiritual” de un auténtico seguidor de JESÚS, que tiene que enfrentar todas las vicisitudes de la vida, como la del ciego Bartimeo que, postrado por el sufrimiento de no poder ver, con su grito de auxilio, se convierte en el eco de una sociedad que necesita ser liberada de un sinfín de calamidades.
Dificultades que deben ser enfrentadas con la actitud de Bartimeo, que sentado junto al camino pide Luz, símbolo de la Fe y a penas la recibe, se pone a caminar detrás del Hijo de David. Porque tal como nos los enseña JESÚS un auténtico discípulo, es aquel que pide Fe para seguirlo por el Camino de la Vida, que está lleno de dificultades.
Por eso es que el Evangelio nos reta a ser como Bartimeo, para no avergonzarnos de nuestras limitaciones o debilidades, y rompiendo todas las barreras físicas y espirituales, con suma confianza podamos acudir a JESÚS, que siempre está dispuesto a ayudarnos. Y aunque no lo veamos y solo escuchemos el suave murmullo de su Voz, en lo más íntimo de nuestro corazón, constantemente escucharemos la misma pregunta que le hizo a Bartimeo: ¿Qué quieres que haga por ti?
Señor JESÚS, Ayúdanos a tener la humildad de Bartimeo, para no avergonzarnos de nuestras limitaciones o debilidades, y rompiendo todas las barreras físicas y espirituales, podamos ser ecos de una sociedad que necesita ser liberada de un sinfín de calamidades.