Incluso hoy, la ciencia continúa aprendiendo gracias al fósil de Lucy. Sus huesos, de un homínido que vivió hace 3,2 millones de años, fue descubierto en el valle de Awash en el norte de Etiopía en 1974.
Hace cincuenta años, una mañana de domingo a fines de noviembre de 1974, un equipo de investigadores estaba excavando un sitio remoto de la región de Afar, en Etiopía.
Durante un reconocimiento del área, el paleoantropólogo Donald Johanson descubrió un pequeño trozo del hueso de un codo.
Inmediatamente se dio cuenta de que era un ancestro humano. Y encontró muchos restos más. «Cuando miré hacia mi izquierda vi pedacitos de un cráneo, un trozo de mandíbula y un par de vértebras», dice Johanson.
Era evidente que el hallazgo del esqueleto representaba un hito: los sedimentos de la zona tenían 3,2 millones de años de antigüedad. «Me di cuenta de que era parte de un esqueleto de más de tres millones de años», explica el científico.
Era el homínido más antiguo que se había encontrado. Más tarde también se supo que era el más completo: el 40% del esqueleto se había preservado.
Por la noche, en el campamento, Johanson puso un casete de los Beatles que había traído y «Lucy in the Sky with Diamonds» comenzó a sonar.
Debido a su tamaño, Johanson creía que el esqueleto era de una mujer.
Un fósil excepcional
«¿Por qué no la llamas Lucy?», le dijo alguien. La sugerencia cayó como anillo al dedo.
«De repente», recuerda Johanson, «ella se convirtió en una persona». Pasaron unos cuatro años hasta que Lucy fue descrita oficialmente. Pertenecía a una nueva especie llamada Australopithecus afarensis y era evidente que era uno de los fósiles más importantes nunca antes descubierto.
Pero a la mañana siguiente del hallazgo, la discusión de los investigadores estuvo dominada por una serie de interrogantes.
¿Qué edad tenía Lucy cuando murió? ¿Tenía hijos? ¿Cómo era? ¿Es nuestro ancestro directo, el eslabón perdido en la cadena de la familia humana? Cuarenta años más tarde, la ciencia está empezando a responder algunas de estas preguntas.
Aunque era una nueva especie, Lucy no fue el primer Australopithecus hallado. Fue el niño de Taung, un cráneo fosilizado de un niño joven que vivió hace cerca de 2,8 millones de años en Taung, en el sur de África.
Fue hallado en 1924 y analizado por el anatomista Raymond Dart. Dart se dio cuenta de que pertenecía a otra especie que llamó Australopithecus africanus.
«Supe con una mirada que lo que tenía entre mis manos no era un cerebro antropoide común y corriente (…). Era la réplica de un cerebro tres veces más grande que el de un babuino y considerablemente más grande que el de un chimpancé adulto», dice Johanson.
Los humanos se originaron en África
Sus dientes eran más parecidos a los de un ser humano que a los de un simio. Dart concluyó también que podía caminar erguido, como un humano, porque parte de su cráneo -donde se junta la espina dorsal con el cerebro- tenía forma humana.
El niño de Taung fue el primer fósil que nos dio una pista de que los humanos se habían originado en África.
Pero cuando Dart publicó su análisis, fue muy criticado. En ese momento, se pensaba que Europa y Asia habían sido cruciales para la evolución humana.
Cuando apareció Lucy, los antropólogos aceptaron que los Australopitecinos eran seres humanos tempranos, no solo simios.
¿Cómo era Lucy? Ésta fue una de las primeras preguntas que surgi